Friday, March 4, 2016

Miedo y Agradecimiento



2 Reyes 4:8-37Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Eliseo y la Sunamita
Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por allí, venía a la casa de ella a comer.
Y ella dijo a su marido: He aquí ahora, yo entiendo que éste que siempre pasa por nuestra casa, es varón santo de Dios.
10 Yo te ruego que hagamos un pequeño aposento de paredes, y pongamos allí cama, mesa, silla y candelero, para que cuando él viniere a nosotros, se quede en él.
11 Y aconteció que un día vino él por allí, y se quedó en aquel aposento, y allí durmió.
12 Entonces dijo a Giezi su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando la llamó, vino ella delante de él.
13 Dijo él entonces a Giezi: Dile: He aquí tú has estado solícita por nosotros con todo este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey, o al general del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo.
14 Y él dijo: ¿Qué, pues, haremos por ella? Y Giezi respondió: He aquí que ella no tiene hijo, y su marido es viejo.
15 Dijo entonces: Llámala. Y él la llamó, y ella se paró a la puerta.
16 Y él le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás un hijo. Y ella dijo: No, señor mío, varón de Dios, no hagas burla de tu sierva.
17 Mas la mujer concibió, y dio a luz un hijo el año siguiente, en el tiempo que Eliseo le había dicho.
18 Y el niño creció. Pero aconteció un día, que vino a su padre, que estaba con los segadores;
19 y dijo a su padre: !!Ay, mi cabeza, mi cabeza! Y el padre dijo a un criado: Llévalo a su madre.
20 Y habiéndole él tomado y traído a su madre, estuvo sentado en sus rodillas hasta el mediodía, y murió.
21 Ella entonces subió, y lo puso sobre la cama del varón de Dios, y cerrando la puerta, se salió.
22 Llamando luego a su marido, le dijo: Te ruego que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo al varón de Dios, y regrese.
23 El dijo: ¿Para qué vas a verle hoy? No es nueva luna, ni día de reposo.[a] Y ella respondió: Paz.
24 Después hizo enalbardar el asna, y dijo al criado: Guía y anda; y no me hagas detener en el camino, sino cuando yo te lo dijere.
25 Partió, pues, y vino al varón de Dios, al monte Carmelo.
Y cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: He aquí la sunamita.
26 Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla, y le digas: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido, y a tu hijo? Y ella dijo: Bien.
27 Luego que llegó a donde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Y se acercó Giezi para quitarla; pero el varón de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado.
28 Y ella dijo: ¿Pedí yo hijo a mi señor? ¿No dije yo que no te burlases de mí?
29 Entonces dijo él a Giezi: Ciñe tus lomos, y toma mi báculo en tu mano, y ve; si alguno te encontrare, no lo saludes, y si alguno te saludare, no le respondas; y pondrás mi báculo sobre el rostro del niño.
30 Y dijo la madre del niño: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré.
31 El entonces se levantó y la siguió. Y Giezi había ido delante de ellos, y había puesto el báculo sobre el rostro del niño; pero no tenía voz ni sentido, y así se había vuelto para encontrar a Eliseo, y se lo declaró, diciendo: El niño no despierta.
32 Y venido Eliseo a la casa, he aquí que el niño estaba muerto tendido sobre su cama.
33 Entrando él entonces, cerró la puerta tras ambos, y oró a Jehová.
34 Después subió y se tendió sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas; así se tendió sobre él, y el cuerpo del niño entró en calor.
35 Volviéndose luego, se paseó por la casa a una y otra parte, y después subió, y se tendió sobre él nuevamente, y el niño estornudó siete veces, y abrió sus ojos.
36 Entonces llamó él a Giezi, y le dijo: Llama a esta sunamita. Y él la llamó. Y entrando ella, él le dijo: Toma tu hijo.
37 Y así que ella entró, se echó a sus pies, y se inclinó a tierra; y después tomó a su hijo, y salió.

Me encanta esta historia; existe tanto en ella de lo cual podemos aprender y aplicar a nuestras vidas, pero quiero hablar de dos cosas solamente: Miedo y Agradecimiento.

Esta mujer afirma no necesitar nada en lo absoluto al preguntársele que se le pudiese conceder. En una sociedad donde el no concebir era una afrenta y era prácticamente obligatorio el tener un heredero por cada hogar, esta mujer le afirma al profeta que ya tiene todo lo que alguien pudiese pedir ‘ya que habitaba en medio de su pueblo’ y no necesitaba de nada mas… ¿Agradecimiento por todo lo que ya tenía en su vida o miedo a pedir lo que le faltaba?  Creo que un poco de ambas cosas.

Nos sucede a todos nosotros en realidad, pensamos que como ya Dios nos ha dado tanto, y  concedido lo que las demás personas o la sociedad considerarían necesario para ser felices, aun si anhelásemos algo mas, el abrir nuestras bocas y requerir ese algo o alguien seria mostrar ingratitud para con el Todo Poderoso. Y es aquí donde quiero hacer mi primer punto: MIEDO

1 Juan 4:18 Reina-Valera 1960

18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.

Por alguna razón nuestras finitas mentes humanas piensan que el solicitarle a nuestro amado Padre Celestial los deseos y anhelos más profundos de nuestro corazón es una especie de pecado.
El verdadero pecado seria acercarse al trono de Su Gracia a modo de los Israelitas en el desierto: con una actitud de rebeldía, con una actitud de ‘soy merecedor de todo, así que haz lo que te pido’, con una actitud de demanda, no de suplica. Ese sería el verdadero pecado.

Segundo: No hay nada de malo con pedirle al Señor lo que anhelamos y ser agradecidos al mismo tiempo. ¿Piensan que Salomón no estaba ya agradecido al momento de pedir por sabiduría? Él  ya lo estaba y porque sentía tanto agradecimiento y porque conocía la naturaleza de nuestro Padre Amoroso, no temía el solicitar lo que más deseaba pues conocía estrechamente y lo suficiente a Dios para saber que Él siempre nos escucha.

En conclusión: todo se resume a nuestra actitud. 
Intente ‘demandar’ de  Dios algo y verán la convicción del Espíritu Santo en sus vidas por la altivez en su pedido, más intenten ser solícitos en oración y acción de gracias como Indica Filipenses 4:6 y verán como Dios les concede lo que solicitan y mucho más. No me crean, lean más bien 1 Samuel sobre como Ana obtuvo, no solamente a Samuel, debido a sus oraciones y suplicas, sino ¡7 hijos más!

No teman acercarse al trono de la gracia de Nuestro maravilloso Padre. Él sabe todo lo que ya deseamos pero sólo desea que sus amados hijos se acerquen más a Él y derramen su corazón delante de su Presencia.